viernes, 4 de abril de 2014

Suelta los auriculares y coge el cuaderno

No me canso de escuchar y de repetir que la interpretación es una profesión en la que hay que estar preparado para todo tipo de sorpresas y contratiempos: cabinas sin puertas, ponentes de última hora que leen el discurso que les ha dejado escrito un compañero, simultáneas sin compañero de cabina que se alargan más de lo debido...

Vamos, que la zona de confort no existe, y una de las características clave de un intérprete es ser capaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes de un evento en el que a menudo la abundancia de intermediarios puede dar lugar a confusiones o a que la información se pierda por el camino: por ello, tenemos que ser solucionadores de problemas y dejar los tirones de orejas (si fuera menester) para el día siguiente.
Las quejas y los tirones de orejas, más tarde.
Por eso, cuando uno interpreta es poco práctico limitar las modalidades de interpretación que uno realiza, porque con más frecuencia de la que cabría esperar una consecutiva puede convertirse en simultánea o susurrada (y viceversa) en un abrir y cerrar de ojos. De hecho, es lo que ha sucedido en dos de las últimas interpretaciones en las que he participado, por lo que concluyo que es recomendable acudir a cada trabajo pertrechado con todas las herramientas que pudiéramos necesitar:

  • Sede ministerial. Reunión de expertos españoles y un par de expertos internacionales para que aportaran la visión «europea» del tema. Nos habían contratado para una susurrada, pero nuestra sorpresa al llegar fue mayúscula cuando descubrimos en la sala unas estupendas cabinas perfectamente equipadas. ¿Por qué motivo habían optado por la susurrada, cuando el ministerio cuenta con semejantes instalaciones y un equipo permanente de técnicos de sonido? La respuesta nos dejó atónitos: la organizadora nos dijo que pensaba que los intérpretes no nos íbamos a sentir cómodos ahí metidos en cabina y que por eso había optado por la otra modalidad. (Esto nos recuerda que lo de educar al cliente sigue siendo un tema pendiente, y que no hay nada como llegar pronto y hablar las cosas tranquilamente para solventar malentendidos). Al final, todos contentos: la reunión más fluida y los intérpretes sin dolor de cuello ni de lumbares y tan contentos en nuestro redil. Como además de cuaderno llevábamos el ordenador «por si las moscas» pudimos tener a mano todas las ponencias y los diccionarios temáticos que nos harían la vida más fácil. Hay que estar preparados para todo.
Cambiar una susurrada por una simultánea en una estupenda cabina: todos salen ganando

  • La experiencia más reciente, por el contrario, nos ha sacado de cabina. Era la presentación de un conocido evento deportivo y nos habían contratado para una interpretación simultánea. Al llegar descubrimos que el único asistente no hispanohablante era uno de los directivos de la empresa matriz, por lo que los técnicos solo contaban con un receptor. Nuestra labor era traducirle al inglés todo lo que allí se decía, pero como esta persona iba a dar un discurso, al no disponer de receptores para todos los asistentes se nos pidió que subiera el intérprete al estrado a interpretar en consecutiva dicho discurso. De nuevo, ser previsor vale por dos y al haber metido en el petate cuaderno de tapas duras y boli y tener chaqueta con bolsillos pudimos solventar la papeleta. Hay que estar preparado para todo.


Consecutiva imprevista - toma de notas
Tomar notas


Consecutiva imprevista - reproducir discurso
Reproducir el discurso


Sé que mi experiencia no es para nada extraordinaria; cualquier intérprete en activo se habrá encontrado en docenas de situaciones parecidas; seguro que muchas más curiosas, sorprendentes, desconcertantes o alarmantes que el par de ejemplos que acabo de citar. ¿O no? ¿Alguien nos cuenta?
                             

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