viernes, 24 de mayo de 2013

Se levanta el telón...y aparecen dos intérpretes

En contra de lo que pudiera parecer, la entrada de hoy no tiene nada que ver con los encuentros teatrales que estuve interpretando la semana pasada, no.

La interpretación de hoy era mucho más compleja, pues era una interpretación médica en unas jornadas que reunían a los especialistas españoles de una enfermedad de la sangre de las llamadas «raras» por haber un número muy reducido de casos. La terminología y el campo son complicados y había que lucirse porque estábamos frente a los expertos en la materia, el glosario que habíamos ido elaborando mi compañera de cabina y yo era kilométrico, pero la mayor dificultad a la que me he tenido que enfrentar no ha tenido nada que ver con las ponencias en sí, sino con las condiciones en las que se ha desarrollado la interpretación.
Cuidado, que lo mismo que me ha pasado a mí te puede pasar a ti, así que mejor poner remedio antes de que te veas en una tesitura así.



La sala donde interpretábamos era recogida y coqueta. Nos avisaron de que debido a sus especiales características el sonido reverberaba bastante. No hay problema: encerradas en nuestra cabina estaremos suficientemente aisladas, pensamos. Luego nos dijeron que la cabina estaría situada en lo alto de la sala, donde solo hay un estrecho pasillo similar al que rodea a media altura la nave de una catedral. En un pasillo así la cabina cabe malamente, pero somos chicas prácticas y nos adaptamos a las circunstancias. Con lo que no contábamos es con que la estrechez fuera tal que impidiera instalar puertas en la cabina. El primer paso fue convencer a los organizadores de que en tales circunstancias, era poco recomendable que hubiera asistentes sentados cerca de nosotras.  Una vez visto que todos los asistentes tomaban asiento en el piso inferior, respiramos aliviadas, pero por poco tiempo. 
Yo siempre interpreto utilizando ambos auriculares, y tengo una tendencia natural a elevar el volumen de la voz, siendo el aumento directamente proporcional a la velocidad del ponente y a la complejidad de la temática. Vamos, que empecé a interpretar al ponente griego y estaba hablando alto, bastante alto.  Mi compañera me hacía señales para que bajara la voz, yo lo intentaba unos seguros pero enseguida volvía a concentrarme en los ensayos clínicos descritos, las tasas de respuesta, los acontecimientos adversos... Hasta que de repente veo que viene una persona y cubre la parte trasera de la cabina con una especie de telón de teatro, y que trata de fijar el telón a ambos lados de la cabina, convirtiéndola en un horno y de paso impidiendo nuestra salida sin molestar al compañero. Ahí empiezo a sospechar que algo va mal, sospecha que se ve confirmada unos minutos después cuando mi compañera, presionada por los organizadores, apaga tímidamente mi micrófono y prosigue ella con la interpretación. Sí, mi interpretación estaba molestando a algunos asistentes, quienes se habían quejado airadamente. Una vez que mi compañera me hubo explicado lo sucedido, y tras unos momentos de desazón y de preocupación, no me quedó otra que proseguir la interpretación utilizando únicamente uno de los auriculares, de modo que pudiese escuchar mi propia voz y lograr controlar mejor su volumen. Esta forma de interpretar la había probado alguna vez en el pasado, pero había llegado a la conclusión que era imposible concentrarme en el discurso del ponente si oía mi propio discurso a un volumen similar. Pues bien, éste es otro de esos ejemplos de que uno no conoce sus límites hasta que no le ponen a prueba. Ahora ya sé que puedo hacerlo. También sé que me cuesta más concentrarme, que prefiero aislarme de mi propia voz utilizando ambos auriculares, pero la próxima vez que sea fundamental modular la voz y adaptarla a un recinto con condiciones poco propicias para la interpretación, podré hacerlo. 

Desde luego, preferiría haber conocido las condiciones de antemano y haber practicado la interpretación «monoaural» de antemano, así que la moraleja de hoy es esa: prueba en casa a interpretar con un solo auricular bajando la voz al máximo, no sea que en un futuro os encontréis en una situación parecida. ¿O soy la única que interpreto en modo «biaural» es la mejor opción?

PS - Gracias mil a mi compañera de cabina por ser tan remajísima y por haber capeado el temporal de la mejor manera posible. #terpLove.

7 comentarios:

  1. Hola, Esther.
    Me encantan estas anécdotas sobre el día a día de los intérpretes. Sigue contándonos cosas y acercando la profesión a los que la vemos desde fuera. Aprendemos un montón ;-)
    Un saludo,
    Ángela

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  2. ¡Gracias, Ángela! Ese es precisamente el objetivo del blog. Compilar todas esas situaciones atípicas con las que nos vamos encontrando los intérpretes en el día a día. Y, curiosamente, casi cada interpretación da lugar a situaciones inesperadas, cómicas, poco recomendables o curiosas. Parece que va a haber material para rato :-). Un abrazo.

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  3. Hola, Esther:

    Me ha encantado la entrada. La verdad es que un intérprete siempre tiene que estar preparado para todo, porque nunca sabe con lo que se va a encontrar. Recuerdo que durante el máster nuestra profesora (la grandísima Esther Navarro) nos recordaba que intentáramos dejarnos un oído destapado, y eso resultó muy útil después. Sin embargo, creo que, igual que tú, cuando el discurso se complica mucho, o el ponente habla muy muy rápido, también tiendo a taparme el otro oído.

    No conocía tu blog, pero me lo guardo en favoritos, porque me encanta.

    Un arabzo,
    Carmen

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    1. Gracias, Carmen, por estos comentarios tan positivos.
      Y sí, he tenido el placer de asistir a un seminario de Esther Navarro hace bien poco sobre el uso de la tecnología en interpretación consecutiva (lo que se ha bautizado como Sim-Consec; aquí la entrada que Aida G. escribió al respecto: http://aidagda.com/2013/05/02/el-futuro-ya-esta-aqui/) y es una delicia escuchar a alguien tan sabio y a la vez tan humilde y tan gentil. Un abrazo.

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    2. http://aidagda.com/2013/05/02/el-futuro-ya-esta-aqui (a ver si ahora aparece el enlace)

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  4. Hola, Esther:

    ¡Buenísima! Menos mal que no empezaron a clavetear el telón como me pasó a mí en una ocasión.

    Comentaba yo el otro día que, a veces, el público se distrae si te ve mover mucho las manos (algunos parecemos directores de orquesta). Mi profe Ann Goslin (una genia) recomendaba practicar de vez en cuando sentado por las manos por si un día te tocaba interpretar en una sala donde el público estuviera enfrente.

    ¡Besotes!

    Javi

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    1. ¡Gracias, Javi! Me apunto lo de interpretar sentada encima de mis manos, sobre todo porque como pille a mano un bolígrafo de esos que se abre y se cierra pulsando el extremo superior, suelo poner de los nervios a mi concabin@...y yo ni me doy cuenta. Cosas del directo.

      Un abrazo,
      Esther

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